Escalofriantes casos de abuso sexual infantil en la literatura mexicana
“Ya era de noche, todos mis hermanos dormían menos la Jacinta […] Comí de espaldas para no verlos. Luego me viré y los vi: ahí estaban en el suelo, amontonados como cadáveres envueltos en trapos, una mancha color mugre, los miembros confundidos, entrelazados o desparramados, una pierna encima de aquel brazo, unas espaldas, una mano como sola en aquella esquina, tres montones de cabellos, y una cabeza muy visible, la de Juanito, con la boca abierta. Así son mis hermanos todas las noches: algo sucio y sofocado, seres en fragmentos sumergidos en una pesadilla, algo hediondo, espeso y ronco.” (El montón, fragmento).
El fragmento anterior del cuento El montón (1976) de la escritora mexicana Adela Fernández tiene como protagonista a un niño no mayor a diez años y nos describe el lugar en el que duermen él y sus hermanos, salta a la vista la forma en la que duermen pues las condiciones en las que vive su familia son lamentables: ellos y su madre son violentados por el padre que abusa sexualmente de su esposa y ve a sus hijos como una circunstancia de sus deseos y placeres indigna de atender; el pequeño narrador tiene decidido matar a su padre para liberar a su familia del demonio, su padre. Pero ¿por qué hablar de algo tan violento, es un niño capaz de cometer tal acción?
Gran parte de los relatos con carácter literario (incluyéndose los de tradición mitológica y religiosa) tienen a infantes como personajes, y en ellos no hacen falta los entornos peligrosos, inquietantes y violentos en los que estas infancias se ven envueltas por situaciones que les son ajenas; la violencia en sus espacios son un motivo recurrente en esta literatura que evidencia tanto las dificultades de los infantes como de su desarrollo, la crianza y el importante papel, junto a las responsabilidades, que tienen sus cuidadores para con ellos.
Dice la doctora Luz Aurora Pimentel que “Nuestra memoria e interés nos llevan a operar […] incidentes a partir de nuestra vida, de la vida de los otros; […] una selección orientada de nuestra experiencia, para llevar a cabo una “composición” que signifique y/o resignifique esa experiencia.”; entonces nos es evidente una de las labores de la literatura:
Representar y manifestar hechos que conocemos y pasamos por alto para tomar acción, ¿de qué otra forma se sensibiliza a la población desensibilizada a la violencia?
Son conocidas autoras como Adela Fernández, Guadalupe Dueñas e Inés Arredondo; fueron las autoras quienes se encargaron de plasmar en su literatura temas como los abusos, marginación y maltrato a las infancias; entre las voces que deben ser escuchadas están las de los infantes, quienes necesitan de un entorno sano y digno para un buen desarrollo, y son autoras quienes denuncian los lugares salvajes en los que son obligados a estar.
Las relaciones de la juventud marginada juegan un papel importante en su integración a la sociedad, habilidades comunicativas y futuras, y por ello es necesaria la relación con al menos un adulto que les guíe, entienda y atienda relaciones (Sapiro y Ward 2020, 346-347); estas autoras llevan a la reflexión de la importancia que hay en la confianza que tienen las infancias hacia los adultos y cuando estas relaciones cumplen su tarea o la fallan.
La tía Carlota de Guadalupe Dueñas nos pone en los zapatos de una niña que no entiende por qué su familia la odia, esta niña parece estar sola, pues su madre y padre la ponen al cuidado de su tía que ejerce en la niña el odio que tiene a su cuñada que “corrompió” a su hermano y lo alejó del mundo religioso para el que estaba hecho.
La sunamita de Inés Arredondo explora el abuso de las autoridades familiares y el papel que debe ejercer un cuidador, retorciendo el entorno familiar y lanzando a la protagonista al perverso mundo adulto; la inocencia y el cariño familiar se ven envueltos en el deseo carnal de un adulto hacia su sobrina.
Eran de saliva ( https://es.scribd.com/document/446652783/Eran-de-saliva ) de Laura Zúñiga Orta pone en juicio la autoridad de la comunidad y quienes están a cargo de ella, el poder para obtener placer sexual en un infante cuando su familia tiene necesidades por satisfacer y “el sacrificio” al que son obligados para cumplir un rol social.
Podemos ver cómo los cuentos mencionados en este recorrido nos ponen en contextos que solemos ignorar a diario: las familias son un lugar en el que los niños deben encontrar seguridad; creemos que las infancias crecerán y en algún momento serán parte de nuestra sociedad, ¿pero por qué esperar a su maduración para prestar atención a sus necesidades y cuidar los lugares en los que se desenvuelven? Sabemos que las infancias tienen carencias, ¿por qué no localizarlas y atenderlas?
Mirar a las infancias como una gran otredad no permite atender a la necesidad de un entorno seguro para su pleno desarrollo. En la literatura se encuentra el registro de la humanidad y acercarse a leer sobre la infancia (con estas y otras autoras) permite dar un nuevo vistazo a la realidad que pasamos de largo; una nueva forma de empatía cruza nuestra mente si leemos la denuncia de la violación a los derechos infantiles; este acercamiento permite entender y recordar el papel que tenemos en el crecimiento de este sector poblacional, así podremos perfeccionar las habilidades y herramientas utilizadas para atender sus problemas.
RECURSOS
Fernández, Adela. “El montón”. El cuento, 73. 1976, pp. 732-735.
Pimentel, Luz Aurora. El relato en perspectiva. Siglo XXI Editores. 1994.
Sapiro, B., & Ward, A. ”Marginalized youth, mental health, and connection with others: A review of the literatura”. Child & Adolescent Social Work Journal 37, no. 44 (2020), pp.343–357.
Había gente que lo consideraba normal